Este cuento lo escribí hace algún tiempo para mi web Cuéntame una Historia. Y es uno de los primeros del libro en el que estoy trabajando. Aquí te lo comparto:
El Saco de la vieja
Por Wendy Wong
A María le urgía conseguir ropa para una entrevista que tendría poco. No es que no tuviera dinero para ir a un centro comercial o una sastrería y conseguir las prendas que necesitaba, pero se había encaprichado con la idea de conseguir uno de esos abrigos antiguos a cuadros que se estaban usando nuevamente. Incluso había planeado el outfit perfecto, solo faltaba dar con esa prenda.
Se fue a una de esas galería del centro, donde se venden sacos nuevos, pero también usados y le llamó la atención un puesto donde se vendían sacos por tan solo S/35 soles. Estaban en muy buen estado y entre ellos encontró un saco de cuadros rojo con negro, justo como lo había imaginado. No quiso hacer notar que era el saco que quería, por si la señora de la tienda le hacía una rebaja, así que luego de examinarlo y encontrar algunas fallas mínima, le dijo a la vendedora: «No sé si llevarlo, mira tiene una quemadura de cigarro en el forro», a lo que la vendedora contestó «Es que la señora a quien perteneció fumaba mucho, pero le he quitado el olor. El forro lo puedes cambiar luego, además nadie va a verlo. Anímate casera, si quieres te lo dejo a S/30,00 no más.» Y nada perezosa, María sacó el dinero y pagó por el saco viejo en buen estado.
La entrevista de María sería en tres días, así que tenía tiempo de lavar el saco (siempre es bueno hacerlo, por más que el vendedor te diga que lo hizo) y cambiarle los botones que estaban algo gastados. Así que metió el saco en la lavadora y lo dejó tendido en el cuarto de lavado de su departamento y se fue a dormir. A las 2 de la mañana, la mujer pudo sentir que un olor a cigarro llenaba su cuarto y se asustó ya que vivía sola. Así que armada de un adorno que tenía cerca de la cama, salió a ver de dónde venía el aroma, y llegó hasta el cuarto de lavado, revisó cada rincón de la habitación, incluso los demás ambientes del departamento, pero no encontró nada y así como llegó el olor se fue. Aún nerviosa volvió a irse a la cama, cuando a las 3 a.m. ya no era el olor a cigarro el que se sentía, sino el de cosas quemándose y empezó a sentir un calor intenso en el cuerpo, como si estuviera sobre llamas vivas. María se despertó asustada, pensando que un incendio había invadido su casa, pero otra vez no había absolutamente nada. Ya no pudo dormir aquella noche y cuando llegó la mañana siguió con su día tratando de olvidar lo que había pasado.
Al otro día, María fue a comprar los botones para cambiárselos al saco y estar lista para su entrevista en dos días más y para la noche ya se había olvidado por completo de lo que había ocurrido la madrugada anterior. A las 9 de la noche, unas amigas irían a visitarlas y pasarían la noche en la casa. Ellas llegaron puntuales y a eso de las 2 de la mañana, mientras veían una película y brindaban con vino blanco el olor a cigarro empezó a sentirse, nuevamente, en toda la casa. María se asustó, pero sintió alivio al notar que sus amigas también lo sentían. «Viene de tu lavandería» – Le dijo una de ellas y fueron a ver, pero no había nadie allí ni rastro de cigarros. En la lavandería, solo quedaba el saco rojo colgado de un perchero, aún secando. Las chicas no dieron importancia a lo ocurrido, aunque María recordaba todo lo de la noche anterior y estaba asustada. Una hora después, un calor intenso empezó a sentirse en la casa y fue notado por todas. Parecía, nuevamente que la casa se estuviera incendiando, pero no había nada, incluso bajaron a ver si los vecinos del departamento de abajo estaban bien porque el calor era insoportable y un siniestro podría venir desde ese lugar, pero nada.
El extraño suceso estaba asustando mucho a María quien les contó a sus amigas que lo mismo había pasado el día anterior. A una de ellas, se le ocurrió preguntar si algo había cambiado en esos últimos días, quizá ella ido a algún lugar que no debía o comprado algo. Al comienzo María dijo que no, pero luego recordó el saco que había comprado y que la mujer de la tienda de ropa de segunda le había dicho que pertenecía a una mujer que fumaba que de hecho, por eso tenía un agujero de cigarro en el forro.
Por aquella noche no volvieron a hablar del tema, pero Isabela, la amiga que había preguntado por el saco, quedó intrigada y no dudó en ir a la feria de ropa de segunda a buscar el puesto de la mujer que le había vendido el saco a María. Al llegar, consultó por el modelo y la vendedora supo de inmediato por cuál se refería. -¿La han asustado? – Preguntó la mujer y la otra asintió con la cabeza. – Pensé que si salía de la zona dejaría de pasar. Lo que sucede es que el saco era de una vecina mía que murió por un incendio que se empezó porque dejó el cigarro encendido y se quedó dormida. Cuando llevé el saco a mi casa, luego de que su hermana me lo vendiera, porque estaba intacto luego del incendio, por más que lo lavara el olor a cigarro no se le iba y por las noches, en la madrugada, se podía sentir el olor del cigarro y luego el calor de las llamas. Era insoportable. Por eso lo traje acá a venderlo… y en mi casa dejaron de pasar esas cosas.
Cuando Isabela le contó a María lo del saco, esta se resistía a creerlo, pero aquella noche volvió a pasar lo mismo que los días anteriores. Para María, quedaban solo regalarlo o tirarlo, pero ninguna alternativa la convencía ya que si hacía eso le pasaría lo mismo a su próximo dueño. Pensó en quemarlo, pero le aterraba la idea de que el alma de la mujer no soportara esta afrenta así que siguió el consejo de Isabela y lo mandó bendecir por un cura que no entendía que pasaba. Parece que el agua bendita funcionó porque desde entonces las madrugadas volvieron a ser normales en su casa, cuando notó esto decidió regalar el saco porque le recordaba la amarga experiencia, de hecho Isabela quiso quedárselo y no ha tenido ninguna evento paranormal desde entonces.